lunes, 17 de septiembre de 2012

El Mundo de Ebyam presenta, Rojo y Blanco

Hola amigos, iniciamos una nueva semana y deseando continuar la tónica del blog, en el que no solo hablamos de Warhammer y Heroclix (más de este último), retomamos el algo olvidado segmento literario.


Y aunque tengo muchos libros sobre los cuales me gustaría comentar, quiero organizar mejor mis ideas antes de hacerlo, pero esto me da la invaluable oportunidad de presentarles una obra personal, algo que escribí hace algún tiempo.

Esta pequeña obra, esta escrita de manera muy simple, pues es un cuento para dormir, en su esencia, claro esta muy influenciado por mi particular afecto por la fantasía épica.

En este momento, estoy revisando la historia capítulo a capítulo, mientras se lo leo poco a poco a mi pequeño heredero.

Sin más y tras esta introducción, los dejo con el primer capítulo de “ROJO Y BLANCO”, espero que quien lo lea, lo disfrute, observaciones, comentarios, serán recibidos de la manera mas grata.

Capítulo 1 Ebyam.-

En un mundo distante, lejano en tiempo y en espacio a todos los demás mundos, un mundo al igual que todos lleno de magia y belleza, así como también lleno de conflictos y problemas, un mundo cuyos habitante denominaban Ebyam, nacieron dos seres, distintos, pero a la vez similares.

Ebyam es un mundo que orbitaba dos soles, uno rojo y otro blanco, cada sol tiene su influencia en la vida de Ebyam, cada sol es la esencia de todo lo creado en este mundo, cada sol es una divinidad dadora de vida y bendiciones, cada sol complementa a todo ser que habita bajo su divino manto, y lo mas importante los dos soles en conjunto forman una divinidad superior, logrando con esta unión que la armonía reine en tan bello lugar, así como en todas sus criaturas.

El Sol Rojo influye y otorga sus bondades a todo ser que nace en el periodo denominado plenilunio rojo, que corresponde a la primera mitad del año en el cual el planeta esta mas cerca del sol rojo.

El Sol Blanco de manera similar a su homólogo rojo bendice a los seres que nacen en el plenilunio blanco, correspondiente al segundo periodo del año en el cual Ebyam se encuentra cerca de este sol.

Un año o ciclo de vida, es pues el periodo de tiempo que transcurre desde el inicio de un plenilunio rojo, hasta el final de uno blanco, incluso el manejo del tiempo llevaba el equilibrio y la equidad tan única que reinaba en Ebyam.

En Ebyam solo existía la influencia de los soles en todos los aspectos, pues las noches no poseían luna, no existía luna en su cielo nocturno, pero esto no significaba que la noche sea oscura, lejos de eso, gracias al trabajo conjunto de los señores del cielo de Ebyam, la noche toma matices rojos en el plenilunio blanco y blancos en el rojo, demostrando nuevamente la manera tan unida en la que trabajaban ambas divinidades, pues no se concebía una manera diferente de trabajo que no sea el trabajo cooperativo, esta era la esencia de este mundo la colaboración entre su habitantes, de igual manera que la de sus divinidades.

Este mundo tan peculiar, por poseer dos soles y ninguna luna, era un buen lugar para vivir, todos sus habitantes amaban la paz, en cada rincón del planeta se respiraba armonía, nunca existió, ni volvería a existir mundo tan perfecto, era en verdad un mundo sublime, único, irrepetible y los soles se sentían dichosos de haber creado tan maravilloso lugar.

La geografía de este maravillosa mundo consiste de un solo continente, rodeado del océano, conocido como Mar Externo, el mar externo poseía infinidad de criaturas marinas, todas hermosas, todas pacíficas, no existía isla alguna en el mar externo, esto representaba lo unido que se encontraba el mundo y sus habitantes, el continente estaba lleno de espesas zonas verdes, inmensas extensiones de tierra repletas de árboles, flores, frutos y animales, un autentico paraíso que se unía y confundía con las ciudades existentes que completaban tan hermoso cuadro, ningún poblado por todo lo largo y ancho de Ebyam constituía un atentado a la naturaleza, todo lo contrarío, era una parte mas de la misma, este continente poseía en su interior un mar, conocido como el Mar Interno, este era la fuente de agua dulce de todo el planeta, pues aquí nacían todas las fuentes de agua conocidas y existentes en Ebyam, el mar interno representaba la dulzura y limpieza de cada criatura de Ebyam. Todo el continente era cálido, no existen zonas polares, pues todas las criaturas eran cálidas con su entorno y entre ellos mismos, no existía ese sentimiento de rencor o malicia que helaba la sangre o el espíritu, incluso el planeta constituía una poesía a la armonía y la belleza.

El conjunto de seres que poblaban tan hermoso lugar eran: plantas, animales y unos seres especiales llamados humanos, estos últimos sin menospreciar a los anteriores eran la creación mas perfecta y amada de los hermanos soles, estos amaban profundamente a sus humanos, eran sus hijos, sus espíritus transformados en carne y sangre, parte de ellos mismos estaba en cada humano que pisaba Ebyam, las cosas no podrían ser mejores sin embargo mejoraban día a día.

Estos humanos eran diferentes y a la vez similares a las demás criaturas que existían, similares pues mantenían la armonía con sus congéneres y el planeta, porque compartían la esencia de lo soles que se podía sentir por cada rincón de Ebyam, porque respetaban y amaban la vida propia y la ajena, porque al igual que los animales y las plantas no sentían codicia en sus almas, eran incapaces de cometer malas acciones, pues eran parte misma de los soles, de su natural bondad.

Pero también eran diferentes, eran los únicos seres que podían manipular la esencia de Ebyam, que poseían y la de su entorno a su antojo, aunque en menor o mayor intensidad unos y otros, solo los humanos podían construir. Estas diferencias eran los que los convertían en los seres predominantes de Ebyam, pero no eran vanos, ni orgullosos, al contrario sabían que la mejor manera de vivir era en paz y armonía, entre ellos y con los demás seres que compartían tan maravilloso lugar.

De esta manera transcurrieron año tras año, un ciclo de vida le seguía al otro, y todo era bueno, el mundo se desarrollo en paz y armonía, no existían guerras, no existían guerreros, ni siquiera existía una mala acción y lo mas importante no existían criaturas malignas pues no se conocía el mal, los soles no podían ser mas felices, compartían una creación única.

Ebyam se convertía con el pasar del tiempo en un mundo próspero y altamente desarrollado en el que la naturaleza tenia su lugar de privilegio en la vida de cada ser existente, ninguna acción desarrollada por los humanos rompía ese equilibrio tan único, no se sentían dueños del mundo, se sentían parte de este, eran hermanos en la pureza con el planeta mismo y así los humanos se encontraban en cada rincón de Ebyam siempre respetando su entorno y todo lo que existía.

Las cosas no podían ser mejores, incluso los dueños del cielo de Ebyam convivían con la misma armonía de los seres que habitaban la tierra, los soles colaboraban uno con el otro, se ayudaban y lo mas importante se respetaban, que maravilloso mundo, único, irrepetible, nunca volvería a existir un mundo tan perfecto.

Toda esta maravilla en la que se había convertido Ebyam, pronto se vería afectada por un par de hechos, acciones que fueron llevados a cabo no por los humanos, ni por ninguna criatura creada, sino por los soles, los creadores de todo...

En un año cósmico, un ciclo de vida similar a todos, no se sabe cual a ciencia cierta y tal vez tampoco interesa, nació un bebe, igual a los demás, al menos todos pensaron eso, este pequeño ser vio la vida, abrió sus ojos en el lapso de tiempo en el cual se termina el plenilunio rojo y empieza el blanco, hecho aunque interesante no muy raro.

Este nacimiento era especial porque el Sol Rojo eligió a este ser, para bendecidlo con todos sus dones, este deseo era único en el sol, nunca antes había sentido el impulso de poseer una criatura solo para él, pues hasta ese momento lo había compartido todo con su hermano, pero para desgracia del mundo y sus habitantes el Sol Blanco tenia intenciones similares, lo que repercutió en un conflicto de divinidades, por primera vez en toda la historia se producía un conflicto, que grande maldición, pues ambos soles deseaban poseer al niño, este conflicto fue muy corto y manejado de forma totalmente pacífica e inteligente por los soles y después de largo debate, debate sereno y tranquilo, los dos astros decidieron abandonar sus deseos, optaron por bendecir al pequeño niño como siempre lo habían hecho, solo uno y el Sol Rojo le dio las bendiciones que a todo ser proporcionaba, la verdad fue que el cuerpo del niño ya había recibido la influencia de ambos soles, aunque de manera incompleta, motivo por el cual la bendición del sol rojo no pudo ingresar en el bebe, y así esta pequeña criatura se quedo sin ningún don, se encontraba vacío de la esencia de sus dioses, particularidad que marco a este ser para siempre.

Transcurrió el plenilunio blanco, varios seres nacieron y otros tantos murieron, pero como el destino siempre es irónico, permitió que al finalizar este período e iniciar nuevamente el ciclo, naciera otra criatura, una criatura excepcionalmente única diferente a las existentes hasta el momento, este ser nació con una belleza interna sobrenatural, belleza de la que se enamoraron los dos soles, ocasionando en el Sol Blanco el fuerte deseo de bendecir con todos sus dones a tan sublime ser, deseaba irradiar a esa pequeña bebe deseaba llenarla con todo lo que él podía otorgar y así lo hizo en secreto, ocultándoselo a su hermano, lo que nunca supo el Sol Blanco, es que su hermano rojo sintió el mismo impulso y de manera exacta a él, llenó esa hermosa niña con toda su magia . Las acciones de los dos dueños del cielo de Ebyam, lejos de cumplir su cometido en el futuro no lejano de la niña y hacerla inmensamente poderosa, tendrían un efecto opuesto al que ellos esperaban, pues sus esencias se fundían y confundían en el pequeño cuerpo provocando que se neutralicen la una y la otra.

Estos dos hechos, aparentemente intrascendentes en la vida de todo el planeta, se convirtieron en el inicio de una nueva era y el fin de la era inocente del planeta.

[1] Cada sol puede otorgar sus dones durante el plenilunio que les corresponde, no en el periodo correspondiente al de su hermano, pero en el lapso de tiempo en que se confunden los dos plenilunios, ambos soles pueden actuar sobre cualquier ser de manera conjunta.

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