En primer lugar debo decir que Haruki Murakami es un escritor que me fascina, tiene una forma de contar historias distintas, brutalmente reales, cruelmente humanas, y a pesar de esto aderezadas con una dosis de fantasía que se funde totalmente en la realidad que nos expone al autor.
El libro que hoy nos interesa se nos presenta la vida tanto interior, como exterior, de Tsukuru Tazaki, un arquitecto de 36 años, que regresa a Nagoya para reencontrarse con sus amigos de toda la vida con los que rompió años atrás sus lazos mientras estudiaba en la universidad de Tokio para alcanzar su sueño de construir estaciones de trenes. Esos amigos tienen una característica común: sus apellidos simbolizan un color, y Tsukuro es el único «descolorido» del grupo, pues su apellido significa “crear”. En este contextio entra en juego el simbolismo del mundo de Murakami, creando a un personaje solitario y diferente del resto de personas que le rodean.
En gran parte de la historia el protagonista siente el perenne dolor de ausencia por sus amigos, a veces mitigado por el día a día, pero nunca olvidado, pues nunca supo la razón por la cual ellos lo alejaron de su vida, así acompañamos a Tazaki a su formación como profesional adulto, lleno de vida, lleno de fuerza, pero en mucho aspectos rotos por dentro, siempre preguntándose el motivo por el cual sus amigos renegaron de él.
En este ambiente, muchas veces triste y oscuro, el autor no tiene miedo de hablar del deseo carnal del protagonista, en realidad el autor no tiene miedo de hablar abiertamente de la carnalidad de sus personajes. Asistimos a una mezcla sorprendente de sueños, fantasías y miedos.
Podemos acompañar a nuestro héroe, a descubrir la verdad que obligó a sus amigos a alejarse de él, todo debido al amor que siente y necesita ofrecer a una mujer especial. Y esta mujer especial se vuelve crucial para el desenlace de la historia, un desenlace que puede ser, dependiendo del punto de vista del lector, total y absolutamente sorprendente o vacío e inconcluso, pues quien ha leído a Murakami conoce que en ciertos aspectos gusta de relatos sin finales cerrados y claros, deja gran parte del peso de la conclusión a la imaginación del lector.
Hay tanto para escribir sobre el libro, que prefiero invitarles a leerlo
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